Y así, como si nada… y así… como si nada… dejas ya de estar. Y todo es tan ausente sin tus cosas. Todo se extraña de ti, todo. Hasta el aire ha dejado de respirar contiguo como una vez empezó a hacerlo. Lates, late cada espacio de tus recuerdos y no hay de donde más agarrarse que de una distancia que cada vez se agota y crece sin cesar…
Si miro tu foto, vienes a mí; si vienes mí, apareces; y si estás, ya no hay retorno, más que recordar todo aquello que solo tú y yo y muchos instantes vivimos y morimos… ¡qué osadía! Saber que te ha tocado a ti… cónchale, así no… Pero ¡quién dijo que esto o aquello es justo! Poco a poco, mi Biby, lo he empezado a entender. “¿Para qué tiene uno a alguien si tarde o temprano lo va a perder?” ¡trágico, verdad, pero cierto! ¡Tan ingeniosa y tú, mi Tú! Se parte el momento en pedacitos de solo recordar que ya, que no más… Eres uno de esos golpes con que la vida choca a uno, y entonces ya no hay regreso. Lagrimea la mirada mía, el sonido se angustia y, cuando nadie está pendiente, la llanura de mi piel se estremece y no me queda nada más que lamentarse en serio… Siempre se te extraña, a cada vez… por eso, cada vez que brindo, brindo contigo cerquita, mi Barbie.
La muerte de un ser querido lo trastoca todo y desordena la existencia, sacude el alma como nada tiene el poder de hacerlo y nos saca de todo cuanto creíamos tener bajo control, nos deja tan hinchada la mirada y tan flaco el corazón. La muerte nos dice que nada es más importante que amar en el momento en que la vida aún late, abrazar, cuidar, alegrar, disfrutar, porque somos ridículamente efímeros y absurdamente derrochador es de momentos. Hay estoy verdaderamente triste, pero no tanto como tú.
Fascinante… No tu tristeza, sino como la proyectas, con qué palabras te haces sentir. Y créeme que laten tus palabras.
Mi tristeza es y será eterna; es la culminación de una obra bien creada por ella, mi Bushua… demasiados recuerdos, demasiado tiempo, demasiados latidos.
Y tienes razón sobre lo “efimero” que es todo esto. Eso mismo le comunicaba a una amiga, “tanto trabajo que ha dado coincidir”, para malgastar estos momentos por un ego, por un malentendido. Le decía a mi amiga que, después se muere y… “yo debí hacer esto, lo otro”… Too late, mi capitán! De ese barco solo quedan las sombras… que ondulan encima del océano… solo eso…