Cada banquete alberga tal mixtura de platos y bebidas que, su disfrute tiene más que ver con la composición de todos o algunos cuantos de éstos que de cada servicio individual. Ahora, sin duda cada plato igual sostiene un encanto particular que provoca cierta reacción. La misma se encamina mediante los condimentos con que su intento se atreve. El plato no solo es la figura principal que se ofrece; igual es su presentación, su estilo, su cocción, y su gusto. Y esta última ofrenda requiere de tal enfoque imperativo del que revelaré en este instante: su sazón.
(En la foto presente alrededor de este comentario, se muestra la combinación utilizada de un reguero de sazones, estractificados, para tan solo terminar en uno).
Un sazón, el Rub, es la mezcolanza del arte, demostrado al final de la obra; es el propio deguste.