Por, Luis Alberto Nina

—¿Por qué no me pasa esto?”, —respondió Janet a la información que voy a proveer en este momento—. Se refería a un video del que hizo eco en su muro digital, adonde se mostraba una pareja de hombre y mujer, pasándola de lo más bien. El video era una amalgama de imágenes ordenadas con el fin de exponer todo el transcurso de los estadíos de una relación. La primera imagen es importante por lo que dice y muestra:
“So, I met this guy on an airplane.” (conocí un tíguere en un avión)
Al inicio se muestra a la mujer tomándose un Selfie mientras el hombre está recostado de uno de sus hombros. Y al final, el hombre se está casando con ella.
Parece que ahora sí tiene contexto la expresión inicial de Janet: “¿Por qué no me pasa esto?”
A todo esto, la respuesta que le doy a Janet tiene que ver con una de las causas que teorizo que pudiera estar ocurriendo hoy en día con esto de las relaciones de parejas; la mujer no encuentra su pareja perfecta… y el porqué entiendo que es irracional su intensa queja:
Sabes… eso sucedió por una sola razón: ella no tuvo escapatoria. Por ende, cayó en la trampa romántica. Digamos que se vio en la obligación de tener que hablar con el hombre que se había situado al lado de su asiento en el avión. Quizá lo vio y dijo: “ay, ¡qué feo!” “¡Ay, no me digas que tendré a este tipo a mi lado todo el viaje!” “ ¡Es más chiquito que yo…! ¡qué pereza!” No obstante, el avión despegó, voló en el aire, aterrizó y ambos salieron del mismo sanos y salvos… y miremos ahora lo que resultó de semejante odisea y osadia: ambos casados.
Menos de una hora antes de esta respuesta, que le acabo de dar a Janet, le replicaba a otro hilo que ella había posteado en su muro. El mismo aludía a otro hilo que otra persona había inspirado. Primero, muestro la inspiración del otro hombre: “No hay besos más ricos, que una conversación profunda.” Segundo, Janet a esta joya le respondió: “Hay besos ricos porque existió una conversación profunda.” Y tercero, mi respuesta fue: Es impresionante lo que se puede poetizar con el jodido beso ese. Me gustaron ambas líneas. La tuya me encantó porque, sin lugar a duda… Después de una buena conversación, el punto final es el beso.”
Continué respondiéndole a Janet lo siguiente:
Hablando sobre “la conversación” de la que aludiste en un escrito hace un rato (sobre los besos y ésta), posterior a la charla con el hombre en el avión, la mujer quedó encantada y mira ahora… Es decir, si las mujeres cayeran en la trampa romántica más a menudo, se reduciría de modo drástico esta ausencia de pareja en la que viven muchas de ustedes hoy en día.
La filosofía dice que, el amor no se busca, llega; éste te topa en la espalda y, al voltearte, ahí está. Un amor que se persigue es un amor que se aleja. En el momento en que te dedicas a buscar el amor, eres como un martillo, ves a todas las personas que te interesan como clavo… Y, en aras de que se dé una posible relación con quienes sí te gustan, en caso de que exista alguien, tus acciones terminarán alejándolo de ti; por ende, abandonando tu autenticidad. Y, en conclusion, si eres mujer, alejándote de él.
Por lo que abogo es por que la mujer caiga más en la trampa, por que se deje llevar por el misterio de quien tiene a su frente; y no por lo que cree que ha descifrado sobre una persona en solo dos segundos. No digo que la mujer no posea la habilidad de distinguir un hombre de valor a simple vista; la tiene, es biológico este don. Pero creo que el mismo se ha venido confundiendo bastante con el uso de las redes sociales. Nunca en la historia la mujer se ha involucrado tanto con un hombre solo porque es bello o esté tatuado, mas sí por el cómo será su futuro con éste. Por ejemplo, la mujer de antes prefería rotundamente al hombre que era seguro de sí, que trabajaba o estudiara, que resolviese problemas, que fuera chistoso, tuviera negocios, dinero o propiedades, estatus, al igual que inteligencia emocional. La mujer de antes optaba por un hombre masculino; un hombre de futuro.
En mi último libro, La espera, tengo escrito un poema que se llama, “porquería de alma”, donde aludo a este fenómeno: el amor que pretendemos estar deseando toda la vida, ese perfecto enlace de romance… no va a venir vestido cómo lo hemos imaginado, ni tendrá la historia de quien nos hemos imaginado, ni será necesariamente la persona que pensamos que sería a primera vista. Ese personaje va a ser quien será; no será otro, sino ese. Y vendrá vestido como venga. Ahora, tenemos la opción de rechazarlo o de amarrarnos a él.
“[…] Estas porquerías son lo que ves, nunca lo que sientes. Siempre
el sentir está en otra cama. ¡Es algo tan diferente que se siente
cuando se permite la furia! Es más, pudiera ella misma
decírtelo y nunca lo vas a identificar, porque verlo es lo que
quieres. Igual de terca como el ruido… Y como siempre nos
ha recordado El principito, «Lo esencial es invisible a los
ojos». […] Uno no tiene que ver nada,
estamos atestados de las cosas que vemos, de respirar cosas,
hasta de comerlas. ¿Pero a quiénes sentimos, a quiénes?
[…] Al mundo le falta sentir, le falta sentir más de aquellas cosas
que se atestan de ruido: con el llanto en el piso y la
disposición. […] es fácil, si no te enloqueces, primero,
claro… Déjalo que llegue, ¡es que no vas a saber cómo es que
vienen vestidas las almas que encandilan! Ésta no va a hacer
nunca lo que quieres, porque no eres tú la que conoce. A ver,
¿sabes ya volar? […] ¡Siente! Existen almas diferentes, crecidas de
sucesos, comprimidas de salidas, viudas del miedo.
Y estas almas, como la pólvora, son repentinas y calientan.
Lo malo es que suelen sentirse incomodas. Los residuos de la soledad
aborrecen todo lo que desconcierta. Y lo piadoso del cambio
es su historia. Pero la historia debe suceder, si no, no hay
transformación […]
[…] Y a este tipo de impugnación debes arrimártele y dejarla que
haga. Es simple, como son de simples las verdades del vuelo,
sino que, cuando te encierras a moldearlo todo –como no
sabes de la vida– a la forma de la soledad, de tu residuo, de tu
silencio, entonces –aparte de que no lo consigues– haces que
termine alejándose, que se ande a empujar a otras cualidades.
No es que no sea necesaria la furia en ti, hasta la muerte, hasta
que empieces a sentir; sino que, hay tantos cuerpos ajenos de
voluntad, que hay que ganar y reparar; que con uno de ellos
empieza todo, pero nunca termina…
[…] En fin, esas almas revestidas de reseñas absurdas, de
temporales, de rarezas en general, como lo quieras denunciar,
son así mismitas que se presentan, y no como las esperas.
Porque lo que tú esperas, realmente ni lo sabes… Vienen así,
sus vidas son así. Y recuerda que no se quedan hasta siempre.
Son fugaces y chocantes. Sólo ábrete a lo diferente y goza de
sus ocurrencias. Y ya verás que te mueve, que te somete al
salto”. (p. 46-48)
Largo el poema, y eso que lo corté por mitad.
La mujer en el avión se vio prácticamente obligada a darle una oportunidad a un ser que, en el peor de los casos, rechazó a primera vista; pero que, con el transcurrir de la conversación terminó emocionadamente besando.
Las mujeres que leen este escrito pudieran decir que, así como la mujer “debe” dar la oportunidad, igual el hombre. Pero hay un yerro social en esta hipotética conclusión: con los hombres no encaja porque el hombre siempre está disponible, al menos el hombre que no es de valor. El problema con las mujeres, de valor o no, es que nunca lo están. Éstas tienen muy inflada la creencia de sus nalgas. Ahora, con el hombre de valor, tampoco funciona porque éste realmente no anda buscando su amor, éste más bien anda viviendo su vida; y cree, y resulta siempre exacto, que el amor le llega porque le llega…
La moraleja de todo esto sería la siguiente
La mujer que no desea ya perseguir el amor ni buscarlo, pero que le urge su presencia, debería darle la palabra a casi todo hombre que se le acerque. Quizá se resista o no lo haga gustosamente, y hasta así pueda que no suceda nada; al igual que, por su libertad, puede sí, que termine despegando una exquisita conversación y aterrizando un beso.