Por, Luis Alberto Nina


Voy a empezar soltando una idea que me gustaría que ambos sexos la racionalicemos muy a fondo.

Así como creo que el hombre masculino crea las condiciones para que la mujer sea femenina; igual creo que, los hombres caballeros sólo existen donde hay mujeres damas. Si el hombre actúa afeminado, le corresponde a la mujer masculinizarse para poner orden físico en el hogar. Y, como líder del hogar, es al hombre que le compete hacerse responsable de lo que sucede en la cueva. Ahora, sobre la otra oración, si las mujeres no son decentes, el hombre las tratará como tal. Nunca un hombre va a llevarle una flor a una prostituta. Así como, nunca un hombre va a tratar como una prostituta a una mujer decente. Simplemente el hombre se comporta como la mujer se presente. La mujer vulgar no atrae caballerosidad. Y, sin ánimo de dar inicios al conflicto desde ya, la mujer de hoy está muy cerrada a ciertas costumbres que antes la definían como dama. Sin embargo, el hombre aún espera que la mujer sea como antes. Y a la mujer no le interesa esto, más bien quiere “salirse de la aula”. De modo que, se ha perdido esta reciprocidad en la relación de pareja. Yo creo que, en lo que tiene que ver con dama y caballero, sólo la mujer realmente ha cambiado. En lo que tiene que ver con masculinidad y femineidad, sólo el hombre realmente ha cambiado. Por ende, si se quiere resolver el percance, hay que motivar a que la mujer sea dama y a que el hombre que sea masculino.

Más preámbulo

Ante todo, y para no recibir odio a muerte de las mujeres por este escrito, porque en vez que ella asimile lo que digo aquí, porque al hacerlo es una forma de “pedir perdón”, cosa que nunca hará, que no está en su esencia, debo decir lo siguiente: sí es natural que la mujer quiera a su lado a un hombre masculino. Es más, sería yo el primero que les diría que exijan a un hombre de este estirpe. Pero así cuando este hombre aparezca, deben ellas situarse en su femineidad. De no ser el caso, y esto les va a doler todavía más, ese hombre tiene derecho o la voluntad de no relacionarse con ellas; igual, así como el hombre no es respetado ni valorado por la mujer cuando no está en su energía masculina. Es decir, la mujer-mujer, o la mujer-hombre quieren al mismo hombre de valor, masculino; pero ese hombre-hombre sólo se vinculará en serio con la que es femenina. Aunque moleste lo que digo, es lo que le atrae a ambos sexos: a las mujeres no les resulta atractivo que los hombres, los viernes en la noche, se vistan con minis, tacos altos y pintalabios, porque los feminiza; así al hombre no le interesa, en la relación, la mujer dominante, esa que lo resuelve todo.

Hombre Basura v. Hombre Princeso

Un hombre basura es para la mujer de ayer, lo que un hombre princeso es, para la mujer de hoy. Con uno no resultó, con el otro no se intentó. Ambos son chivos expiatorios. La mujer utiliza esta imagen del hombre para desprenderse de la culpa, lo estigmatiza y lo “inferioriza”; como las mujeres típicamente nunca piden perdón… ¿Ha visto alguien a una mujer decir, “mi amor, cometí un error, debí esto o lo otro, tú tienes razón?” No, esto muy mínimamente sucede. De la forma en que la mujer excusa sus equivocaciones es acostándose desnuda. Y tan fácil que resultaría acercársele a un hombre, mirarlo con ojitos de gatita indefensa y decirle, “mi amor, perdóname por excederme.” Y ya, se remanga la camisa el hombre y, como El Chapulín Colorado, sale al rescate: la sostiene a su pecho y después de besarle la frente y abrazarla bien fuerte, le susurra: “no pasa nada, mi amor.” La idea de que el hombre se compare con la mujer es un absurdo para los hombres. El hombre ni quiere debatir con ella, ni quiere estar enojado con ella, ni le interesa perder o ganar la discusión. Porque a la hora de la hora, el hombre sabe que de esto no saldrá nada positivo. Mientras que la mujer entra en conflicto porque es parte de su naturaleza. También lo hace porque el hombre no es masculino lo suficiente, y en ésta sí tiene óptima razón. La mujer entonces no le respeta y todo en el hogar es discordia, enojo y comparación. Por eso de mi parte le grito al hombre que no persigue su masculinidad, a que lo haga vehementemente; al igual que, ya conseguida, no se involucre nunca con una mujer con rasgos masculinos.

Continúo…

La mujer de ayer, esa que se decoraba para el hombre, quien terminaba luego pidiéndole matrimonio; el chico malo: ese quien le diera tensión, quien necesitara ser rescatado, ese quien no la respetaba, quien vivía más en la calle que junto a ella… ese hombre resultó ser lo que siempre fue, una basura. A ese hombre, no masculino para nada -en el buen uso del concepto-, lo querían todas. Porque igual así trabaja la mujer, a ellas no les interesa para nada el hombre diferente, el hombre exclusivo, el hombre que ninguna otra mujer mira; ellas quieren el hombre que todas quieren, el que a todas las otras les gusta. Una mujer llega a un restaurante adonde hay un hombre, no importa quién sea o el cómo luzca este hombre, pero si el resto de las otras mujeres en ese lugar quieren con ese hombre, ella también querrá. Los gustos de ella pasan a segundo plano, su entorno le impone a quien querer. Esto es biológico, la mujer se quiere vincular con el más fuerte, el más popular, el que todo lo puede, y ella entiende que este hombre, alabado por todas, ha de ser esa bestia. Entonces piensa: “¿y qué tendrá ese hombre que todas mis rivales lo quieren? No sé, pero yo también ahora lo quiero.” Y ya sabemos, al menos los hombres entendemos esto muy bien, que, ese hombre del restaurante alberga las siguientes características: es un hombre que puede darse a la mujer que quiera. Por ende y por lo obvio, va a querer seguir dándosela a todas. Y si es que se llega a casar, esto tampoco va a mermar. A la mujer le gustaría que el hombre que todas las mujeres desean, ese de óptimo valor, se quede solamente con ella. Así como el hombre quisiera ser el primero en la vida de la mujer, en todo, pero no se puede ya; la mujer quisiera que para ese hombre ella fuese la última. Igual tampoco se podrá.

La mujer que acaba de entrar al restaurante es la afortunada, ya tiene al hombre deseado por muchas. Este es su esposo ahora. El que años después eventualmente terminará dejando por lo descabellado que resultó. O más bien, por lo descabellado que siempre fue. Entonces ella ahora lo llama, “basura”. Pero todos sabemos que siempre una basura fue, y que fue ella y nadie más quien eligió mirarle a los ojos, pasarse la mano por el pelo, volver a mirarle, sonreír y bajar la mirada… a esa basura. Mientras que los hombres nos involucramos con las mujeres que nos eligen, nunca es necesariamente con la mujer que en sí queríamos. Por ejemplo, me gustaría todo con “María Pérez”. A ella no. Mientras que, si ella quisiera todo conmigo, teóricamente sería fácil. Y para dar el contraste, a una mujer le gustaría todo con “Cheito Cruz”. Y por una noche se lo pudiera dar siempre. Es decir, mientras que a la mujer le gustan sólo unos cuantos y ella le hará saber quienes son; a los hombres nos gustan todas. Sin embargo, sólo participaremos con quienes se pasen la mano por el cabello. Es la mujer quien elige su carnada. El hombre no pesca, como creemos que hacemos, el hombre es siempre la carnada. Por ende, la basura la elige la mujer. Ésta pudiera pensar que es el hombre el culpable de ser la basura en su mundo. Basura él siempre fue, ella debió elegir mejor. Pero la mujer nunca se culpa de su elección. Ahora, cuando el hombre luce o es Brad Pitt, George Clooney o el que se parece más a mí, Henry Cavill, éste termina vinculándose con la mujer que le dijo que sí desde lejos, sí, al igual que con la que todavía no lo ha visto. Es decir, el típico hombre no es como que le topa por la espalda a la mujer, y al ésta voltearse la enamora… solo los tres o cuatro galanes que acabo de mencionar pudieran aventurarse a semejante suicidio. En fin, la mujer elige al hombre, y este hombre se casa con la que entiende que es la mejor entre las mujeres que los han elegido.

Para la mujer, el hombre moderno también sigue siendo basura. Con éste por igual la mujer aún experimenta el mismo zigzagueo; se mete con el delincuente, con el chico malo, con el menos responsable, con el que la llena de emociones, aunque no trabaje o esté preso en la cárcel. Y cuando en el futuro resulta lo obvio, sigue diciendo que es una basura. Culpa al hombre, no a ella. No obstante, ahora también la mujer ha escarbado otra imagen del hombre, otro chivo expiatorio; uno que ésta ha inventado en aras de excusar sus males. Al igual que, en el proceso, ha transfigurado sus ambiciones. Ahora ella quiere a ese mismo hombre de antes, pero en esteroides: que tenga dinero y que a veces la trate mal, aunque diga que no. Es con el que la trata mal con quien ella verdaderamente moja. Quiere también que sea altamente apuesto y que la vea como una mercancía. Dirá que ella tiene su personalidad, pero no deja de aludir al cómo luce su físico, el color de sus colores y sus atuendos. A éste es que ella respeta de verdad. Quiere a un hombre que mida seis pies de altura y que también sea aventurero, al igual que sea millonario, detallista y a la vez que no la busque tanto. Dirá que quiere que el hombre la busque y que no, y que sí y que a la vez le dé espacio… Realmente no sabe lo que quiere. Con este hombre es que se siente en su más intima energía femenina, nunca lo quiere lejos de ella. Y mientras, esa especie de hombre sí existe, pero tres de ellos solamente… Ahora, de los hombres “que se acercan” a la especie, quizá habrá un 20% de ellos. Un porcentaje de esta cantidad tendrá unas cuantas de estas condiciones, otro porcentaje tendrá otras. Pero ese 20% son los que se están dando a todas las mujeres. Hablo de teniendo relaciones sexuales, no hablo de formalizando relaciones. El hombre que tiene opciones, como ya dije, no se casa, sigue y pretende divertirse con tales opciones. Para la mujer de ayer como para la de hoy, ese hombre sigue siendo una basura. Ahora, “El Princeso” viene a Play porque hay una manada de estos hombres que, porque opciones tienen, son a la vez exigentes… exigentes como lo son las mujeres, ¿verdad? Asumo que tienen derecho igual. Estos hombres persiguen un tipo de mujer particular: la de valor. Esa mujer de valor ha de ser eminentemente femenina. Sin embargo, la mujer de hoy, en aras de defenderse y ser “iguales” a los hombres, muchas han adoptado la necia ideología feminista que, no la conduce a ningún lado más que a masculinizarse y a la inminente soledad. Ellas dicen que viven felices en su soledad; sin embargo, generaron al chivo expiatorio moderno, “El Princeso”. Este es el hombre que, como es de valor, es igual de exigente; no las mira a todas. O más bien, sólo se fija en la que más reúne las condiciones que desea en una mujer. La mujer cuando se refiere al “princeso”, no habla de hombres no masculinos, de hombres que no son deseados por otras mujeres. Ellas quieren ser perseguidas por los hombres que todas quieren, los verdaderamente masculinos, los de valor; esos hombres que pueden estar con cualquiera y las eligen a ellas. Por ejemplo, “Cheito Cruz” nunca será un princeso; sí lo sería Leonardo Dicaprio, porque sólo sale con mujeres menores de 25 años. Porque, como él tiene cinco décadas de vida, debe estar íntimamente, según esta ola de mujeres con el epíteto entre su furia, con cadáveres que le acompañen en el coito; mas no estar con las mejores mujeres que le desean. O sea, Dicaprio es el hombre que está en el restaurante. Y como en un caso paralelo, no le pela a ninguna, sería considerado un princeso.

Mujer feminista

La tendencia de una mujer feminista es de hacerse camino por su cuenta. No creo que, a ningún hombre de verdad, uno masculino, esto le incomode. Además de que, no tiene por qué, es más, no debe siquiera opinar. Ahora, este tipo de mujer no se vincula con hombres que estén “por debajo de ella”. Esta mujer dice: “¡es que soy exigente, quiero a un hombre de valor: uno que gane más que yo, que sea más alto y fuerte que yo, que sea más líder que yo, ¡que me lleve a lugares!” Sin embargo, al finalizar su exigencia, también dice: “pero que seamos iguales. Es decir, quiero a un líder que se deje también llevar por mí.” Si tiene sentido esta diatriba… Y cuando esos respectivos hombres optan por no hacerle caso a esta clase de mujeres (no lo digo en un tono peyorativo), ellas les endilgan, para excusar sus fracasos, el epíteto, “princesos”. Un oxímoron en dos oraciones: “soy exigente” y “los hombres de hoy son unos princesos“. Como que habrá algún hombre de valor que les hará caso…

Descifremos el porqué los hombres de valor no quieren como pareja a la mujer feminista

Si de valor es el hombre, éste quiere una mujer de valor por igual. Esto sería lógico, porque el tipo opciones tendrá. Y una mujer de valor para ese y todos los hombre es la siguiente: la mujer femenina. O sea, la que luce bien o está buena, la que no es promiscua y la que -en la unión- le respeta. Añadámosle a esto, si se me permite: que sea tierna, que lo atienda, que lo admire (de ganarse, y como es de valor el hombre, ella lo hará), que se deje guiar (y como es de valor el hombre, ella lo hará). Todo esto para la mujer no es tan difícil de conquistar, porque está en su naturaleza; en especial la que no tiene adherido el estigma feminista. Por ejemplo, bajar de peso se puede para una mujer. En contraste a lo que ellas exigen del hombre, que sea masculino, que va muy bien el pedido… Ahora, la versión que quieren de que sea alto en tamaño y millonario; ambas no se pueden por más que se trate. Distinto a la mujer, al hombre no le importa realmente ni la educación de la chica, ni el trabajo, ni lo que gane, ni si es independiente, segura, asertiva; el hombre la quiere de él, que sea femenina, que sea una dama.

Ahora, casi culminando con el escrito, el tema de los princesos es nuevamente la idea de la mujer buscando excusas del porqué los hombres “de valor” no les hacen caso. Quizá si la mujer baja estos estándares exagerados que tiene: que el hombre debe medir más de seis pies, ser millonario (ni rico lo quieren ya, ni siquiera que gane US$100 mil al año)… además, que sea un líder (ja, ja, … tres existen de éstos), y que sea seguro de sí (dos de éstos hay), y que tenga futuro y sea bueno en la cama; al igual que sea admirado y deseado por otros hombres y por otras mujeres, respectivamente. También que no esté casado, que esté en forma y, sobre todo, que luzca bien. ¡Yo no quiero todo eso! —dirá la mujer—. ¿Oh, no, a ver qué no? No tiene que estar en forma—. So, puede ser obeso. ¡Nooooo, así no!—

Se van a quedar solas, todas las que viven en esta ilusión de Instagram. Las mujeres, entre las edades de 18 a 30 años, no quieren al hombre bueno. No. Esto pasó a un cuarto grado. Lo que quieren es el hombre de Instagram, lo que quieren es un “atuendo” como le llamo: el hombre para los viajes, los orgasmos, las fotos y darle envidia a las otras chicas que ni conocen. Por eso las que piensan así se van a quedar solas. Tampoco digo que no tengan parámetros, sino que sean razonables en lo que quieren (si es que llegan a saberlo algún día). La mujer de hoy no pide a un hombre responsable, cuidador, que trabaje, que sea leal, buen esposo y que la quiera. Esta es la base del hombre con que realmente se hace futuro. Y sí es válido si quieren a un hombre que las cuide, les resuelva, que tenga futuro… igual todo esto es altamente necesario para la supervivencia de ellas cuando se van a vivir con un hombre. Pero exigir que ese hombre también tenga los ojos verdes y que sea seguro de sí. Solo uno de cada cien es así, y, lamentable y probablemente va a estar ya casado con una mujer femenina.

¿Qué es un princeso?

La mujer llama princeso al hombre que supuestamente quiere ser cortejado y conquistado, el que divide la cuenta en el restaurante, el que es muy emocional y el que se cuida físicamente (esto último es absurdo).

La razón real del porqué los hombres de hoy se han alejado un poco de la “persecución” de las mujeres es por dos vertientes: la primera es la creencia inflada de la mujer de hoy de entender que puede tener a cualquier hombre, incluyendo al hombre de valor. Una irracionalidad; todos ellos le meten mano, ahora, solo unos cuantos, de no valor la mudaría o se casaría con ella… Y debido a esto, estas mujeres rechazan a cualquiera que no llene el ~90% de sus expectativas. Este mal se debe eminentemente al auge de los simps en la redes sociales; pendejos sin oficios que viven idolatrando absolutamente todas las mujeres que ponen una foto en paños menores. Esto se le dice a la mujer y se niega a creerlo. Ella entiende que puede vincularse con absolutamente cualquier hombre “de valor” que quiera. Mas no lo logra, no resulta. Pero lo sigue creyendo aun…

Y la segunda es que los hombres se cansaron de estar enamorando a mujeres que encajan en las que describí arriba, no de valor y no damas. La mujer de hoy ante los ojos del hombre moderno lo único que busca es: validación, atención y hombres de estatus. Y para ello, se ofrece desnuda y tatuada; se vulgariza totalmente. Como entiende que no tiene mucho que ofrecer más que eso, la privacidad de su cuerpo… Y esto la saca del juego de damas, las hace que valgan poco para el hombre; el hombre nunca la va a respetar, aun quieran volver regresar. Por eso el hombre hoy dice, “si vamos a tener algo, debes poner de tu parte. No voy a estar andando detrás de una mujer que tiene a cientos de fanáticos y que, en cualquier momento se puede ir con uno de ellos. Al igual que, si vamos a salir y ella sólo lo hará para cenar y beber vino y que yo pague, entonces que pague ella su parte de la cuenta. Por último, si vamos a estar andando, debo saber lo interesada que está en mí y, para ello, debe invertir ella también. Ojo: a las damas, ningún hombre la va a tratar así ni espera nada de diferente de ella, similar a lo que surgía décadas atrás.

Para terminar todo este alboroto: si quieren a un hombre caballero, sean damas; si quieren a un hombre masculino, el hombre debe serlo; pero si desean poner algo de su parte, bajen las expectativas absurdas que tienen, sean más femeninas, abandonen la parte machista del feminismo y, sobre todo, estén dispuestas a jugar su papel durante la relación. Ah, y para verdaderamente culminar, y con esta dejarán de leer mi escrito: cierren las redes sociales. O más bien, dejen de putear en estas redes, que nadie le va a ver valor… Los hombres la enamorarán si, pero solo para pasar el rato. Nadie que se respete la tomará en serio. Aunque lo duden en el alma…

Fuentes: foto1   foto2    foto3

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