Por, Luis Alberto Nina


La mujer que me encanta

(Me pregunta mi mejor amiga si tal vestido de la foto me gusta. Le replico que si, que me encanta. Luego me nace detallarle lo que me gusta del vestido, pero sobre todo, lo que me encanta de la mujer).

Me encanta la mujer, me encanta todo lo que hace lucir mujer a una mujer; lo femenino. Por ejemplo, me encantan las uñas tratadas y pintadas de sus pies y manos; el pelo largo, negro, suelto y aventurero; de rostro maquillado como las muñecas. Me gusta la mujer que se trajea con vestidos largos; me gustan sus pantis y brasieres, sus senos y nalgas, su voz, su llanto, sus pestañas intensas y malcriadas. Me gusta cuando descubre su cuello, la nuca, parte de la espalda. Me gusta la piel de la mujer, su delicadeza, su frescura, el perfume propio de su esencia o cualquier fragancia que haya preferido. Me gusta la mirada de la mujer, su sonrisa libre e inocente, su sonrisa enojada y coqueta. Me gusta la mujer segura de sí; y las inseguras también me gustan… cuando se entregan.

Me gusta la mujer que se distingue con tacos, la que se mueve lento, la mujer amanerada, ésa que cruza sus piernas, que incita con sus muñecas. Me gusta también como la mujer voltea y cuando acaricia su pelo; me gusta cuando despierta su sed y moja y la vulgaridad la intimida… Me gusta esa que atiende lo que es de ella. Me gusta la admirable madre, la ejemplar hija, la que sabe guardar secretos, la que sabe decir no, cuando es no; la que no miente, la que sabe querer. Me gusta la mujer dedicada, respetuosa, amorosa, original. Pero, sobre todo, la mujer que me encanta siempre debe mostrarse reservada. Es donde la percibo más femenina que nunca; porque para mí, la mujer es verdaderamente mujer cuando es femenina y, cuando tal femineidad se decora de prudencia. O sea, una mujer debe ser exclusiva, ella, de ella… una mujer que no sea de todos, sino de uno solo, y que por ése sea capaz de todo.

Fuente de foto: Maria Tice

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