Por, Luis Alberto Nina
Los vinos son seres vivos que, ansiosos, subsisten capturados en varias materias. Primero, antes de nacer; libres como la sed, al azar del tiempo… luego, en el inicial intento de su caducidad, prevalecen en barricas de distintos colores, particulares. Tercero, se asechan en cristales nombrados al azar, hasta esperar escapar.
El Sommelier recibe el regalo de un apreciado; sostiene en su palma su jaula; lo evalúa… espera encontrar pintada en su etiqueta los albores de su identidad. Empieza por cortarle la cabeza para deleitarse con el cuerpo; descolchando así su entrada y salida. Entonces empiezan sus recuerdos a evaporar su silencio, lentamente.
Volver a tocarlo sin permitirle que respire es traición.
Sostiene en sus dedos la cerradura para analizarla; de color y olor agradable, y que esta posea su faja bien puesta.
Procede, ya tiempo aprovechado, a erguirlo, inclinarlo y verter un poco de su piel en otro cristal; una copa, prístina en su transparencia, que se incorpora esperando ser manoseada. Recibe el ropaje; ¡torrente ruido de vida! alterándose en cada latido, en cada suspiro. Revolotea allí, apacible, intentando venderse.
El Sommelier estuvo pendiente de los inicios de esa gran caída y ahora sostiene en alto su estancia, la observa; sus pieles se inclinan, las observa, limpias e intensas; la respira a ella… aun viste casi todo su atuendo. Vuelve e inclina la copa; esta vez más diagonal. Patadas en todas sus paredes marcan la pureza de su libertad. Colores tenues, fuertes combinaciones gustosas… cada piel va desnudándose mientras se le agita. Sus burbujas aun más intranquilas aspiran escaparse y descifrarle de qué está hecha su historia. Continúa agitándola de modo intenso, leve, luego intenso; la respira… aun la timidez la viste de atuendos. Va a la boca y ella cae; rodando su inocencia en todo el interior del Sommelier. Se siente, la siente… le escupe…
No soy yo a quien vives, ¡Permite que me desnude! No soy yo a quien sientes, permite que me exprese. No soy yo quien crees que es, permite que te seduzca.
El Sommelier acude a remover su sombrero, a remover su chaqueta, a remover sus collares; entonces detiene la giroscopía… Vuelve y lo prueba…
Ahora sabe a mi piel aromada, ahora sabe a mi esencia reservada, pero quiero que recuerdes que todavía falta El Final. Deja que se despojen por completo las flores de mi cuerpo.
Remueve su brasier, remueve sus botas, remueve parte de su miedo… El Sommelier vuelve y respira. Entonces prueba… Aun no soy yo a quien tocas, quien existe en tu boca; ¡lárgate!… olvídate de mí. Deja que el tiempo rompa y revele toda mi confianza, deja que sea yo -en mi todo- con quien te relaciones; ve y regresa, que cuando nuevamente te arriesgues, excitará a tu cuerpo mi piel completamente desnuda, que vivirás sonrisas en toda tu boca.
Fuente: foto