Por, Luis Alberto Nina
El día en que dejemos de creer en el amor, nos vamos a enamorar.
Lo bueno es que, hay quien siempre dice que ya no cree en el amor; lo malo es que, esa persona siempre miente. Y, al mentir, lamentablemente nunca se enamorará…
La idea detrás de este eterno y quizá sedicioso tema que traigo ahora a colación es que, lleva a muchos de nosotros a querer entrar en él y, a nunca poder ni querer dejarlo atrás.
¿Qué es el amor?
No sé, respondo siempre.
¿Qué es el amor… para un poeta?
Yo creo que todos lo definimos eminentemente en una única dirección: es esa corriente que voltea mareas y convierte lo imposible en finito. Es adonde nace el romántico, aquel aventurero que cree que todo lo puede alcanzar. Son las veredas por la que el arte rueda; es la esperanza, transmutada o personificada en luz, en latido, en sonrisa, en futuro. Ahora, si de algo estoy seguro, esto lo digo desde una perspectiva personal, es que, el amor nace y vive en la imposibilidad. La imposibilidad para mí es: el odio, la indiferencia, la lejanía… si hay de esto, habrá de aquello. Si aquello se persigue mediante esto, no… Porque el amor no se persigue. Se presenta. Se da al azar quizás, aunque al final todos estén vestidos con las ondas de las mismas pisadas, de lo imposible.
¿Entonces, no es puro el amor?
La pureza de este se manifiesta, solamente, en su inocencia, en su rectitud y sinceridad, en la inmensidad del deseo, en la otredad; o sea, principalmente de esto último, del despegue del apego.
Es por esto por lo que, es en la falta de expectativas adonde a éste, al amor, le crecen sus alas, donde supervive, donde nunca alcanza la meta; todo es persecución.
Resisto una vez más: El día en que dejemos de creer en el amor, nos vamos a enamorar. No antes. Nadie que intente ordenar el amor, lo logra. O sea, quien elige en el amor, siempre elige mal.
Claro, soy igual de los que cree que nos enamoramos profundamente en si de las profundidades que existe en la persona.
Fuente: foto1