Por, Luis Alberto Nina


La sabiduría empaquetada en un poco de eso, un antes y un después; un entonces con cosas mágicas qué contar y desde las cuales exaltar el alma de los demás. Horizontal, silencioso, eminentemente ganado a la izquierda, suave…

El cementerio… «ubicado tras un portón de madera tallada», aludía nuestro Carlos Ruiz Zafón; uno te elige a ti, nunca es al revés. Sabrás cuando eso pase… es ese sentimiento desmedido que se tiene por las pequeñas cosas que albergan un sentimiento inmenso, como los perfumes de Suskind, como los frutos de Adán, como las canciones que despiertan el ego y provocan revoluciones; como el amor, que todo lo vuelve heroico, que mueve montañas y, después de tocarlo, convierte a un mortal en poeta. En otras palabras, lo hace feliz… así es: él te elige a ti y ya luego tu mente y tu piel nunca volverán a ser las mismas.

Siempre he tenido la convicción de que decirle a otro qué sí y qué no, es, en cierta medida, una imposición imperdonable; es quizá la mejor manera, como aludió Nietzsche, de quitarle a cada uno su esencia, la libertad de ser quien es o quiere ser: «El individuo siempre ha luchado por no ser absorbido por la tribu. Pero ningún precio es demasiado alto para el privilegio de ser uno mismo.» Ser uno mismo es decidir por uno mismo, es simplemente esa pertenencia, la libertad del ente. O bien, no se debe usurpar su motor (siguiendo el ideal objetivista de Ayn Rand).

Si lo recomiendas, te impones al otro. Ahora, si dejas que se encuentre con sí mismo es pura poesía, es comprensión, es dejarse llevar, es compartir. Del mismo modo, cuando uno de esos se topa contigo, ese preludio nace aleatorio. Entonces, tal combinación solo existe en tu historia. Y, por tanto, ese saber será eminentemente original. Quien aprende de los demás, aprende lo que los demás ya saben, y por lo tanto emerge siempre de forma tal vez limitada. Sin embargo, puede hacerse más, se puede aprender de los demás (si no puede uno deshacerse del atrevido) y, a la vez, se puede conquistar por nuestra cuenta, aprender de lo que ofrece el intruso al azar. Este aparece con similar apariencia que otros, ahí se mece su nombre; tú simplemente eliges si lo persigues. Del mismo modo, cuando decides enterrarte en su cementerio, y das la vuelta… te mira, te espera… hasta que tus ojos se cruzan con tal y, como dice Shakespeare, sonríes porque ya has realizado el amor… Así nace este nuevo romance, lleno de consejos superlativos que, si te dejas entretener, que lo harás, tu vida seguirá construyendo cada vez más vivencias y nuevos caminos que se bifurcarán hacia fines sin límites.

Cada uno tiene un nombre diferente, atuendos nuevos o viejos: irrelevantes para los empapados de arte; personalidades distintas. A uno le toca hacer el ademán de elegir con quién prefiere el movimiento. Si lo que quieres es un tipo de personaje en particular, ese; y si te decantas por otros distintos, esos. Ahora, si no tienes otra opción, te diriges al gran intelectual… porque no debe haber límites en los caminos del movimiento. Si lo hay, te limitas. Sin embargo, lo que importa en sí es que haya movimiento, dicen los expertos de las aventuras; gatear, caminar, correr, saltar, rodar… cualquier reacción es la base para la construcción de la vida: «Pienso, luego existo.» O mejor dicho, parafraseando a Descartes, (si me educo) el otro…

Recuerdo estrofas de amistades que los describen: es que me sumerjo en ellos y, se me olvida todo lo que me preocupa en la realidad… esa es pues mi realidad, aunque sea una imaginaria en sus mayorías de pasos. Y dicha dicotomía existencial en sí me ensalza, hace que vibre mi piel, me enamora, me enorgullece, me da libertad. Igual allí conozco de otros mundos, allí se despliega lo oculto, allí se aclara la duda… Kafka decía que, […] «si no nos despierta de un puñetazo en el cráneo, para qué […] debe ser como un hacha que rompa el mar de hielo que llevamos dentro».

A mí me gusta respirar su olor, contienen aromas propio; me gusta pegarlo contra el pecho, sonreír al hacerlo, luego mirarlo… aunque quizá sea éste que mire a mí… me gusta apreciar su sello, las reseñas, varias veces lo hago; saber de su aventurero… me gusta descubrir sus primeras huellas, levitar con esos cantos de hechizos que sé que, al concluir la magia, latirán en mí versiones diferentes de lo que antes pensaba; un ruido inquietante que extirparán de mi historia modos y costumbres que quise una vez mantener, que nunca pensé que modificaría. Y me gusta que sea así; se aclara el destino, vive un propósito… me va quitando las vendas del rostro. Sin embargo, casi nada de lo intelectual se conquista si no hay concentración, como diría mi Mugneca; es lo extraordinario de él. Finalmente nos adentramos en su laberinto, relacionándonos así, realmente poniendo atención. Esto igual logra que se ejercite el cerebro… Desde sí se almacena la historia y se traspasa el relato, se aprende de él y de ellos, allá se formula siempre el intento de la verdad… es emoción, es una puerta y una ventana, es locura, es una dedicación… Para algunas personas es el amor de la vida, y para otros, son sus personajes…

Entonces lo otro

¿Para qué sirve el saber, si dicho conocimiento, no nos transforma para bien?

De ese periplo algo siempre queda, a veces ese algo es tan definitivo que, verdaderamente parte nuestro mundo en dos: antes de la huida y ahora en la escapada… y ese algo, que entre sus pasos empujó y quiso impregnarse en nuestro accionar, ahora hace eco en la memoria… mas no en la praxis. Ahora nos toca llevarlo a cabo, ahora es menester que, todo lo vivido en aquella ficción, se sienta en la realidad. Dicen que, de los errores se aprende. Luego leí a Bernard Shaw que una vez dijo que, es mejor aprender antes de cometer el error, así se evitaba. Esto se logra con el racionalismo que una vez leí de Descartes y que después Kant perfeccionó con su criticismo o en su La Crítica de la Razón. No hace falta la experiencia para saber algo, pero es necesario que, de la experiencia, si pretende usarse, se racionalice para quitarle su subjetividad. Luego, ya sabido, el pragmatismo es lo único imperativo… siguiendo nuevamente con Kant.

A ver… silencioso al inicio y ruidoso al final; pesa más por dentro que por fuera; hace que uno cambie de posición y a veces golpea –no solo intelectual–, sino físicamente; su camino es a la derecha, hasta que deja de correr; luego el impulso de su magia, la que acumula conclusiones, es entonces a la izquierda; huele único, contiene de todo único, luce único; el malvado, así como el amor, siempre te elije a ti; y, sobre todas las cosas lindas que nos brinda, aparte de que da sueños, igual su tinta reboza y provoca la libertad.

¿Todavía?

A ver si con estas dos pistas del escritor más grande que ha dado Latinoamérica lo doy a conocer:

Todos los inventos que ha dado la humanidad son extensiones del cuerpo, éste es otra cosa, es una extensión de la memoria y de la imaginación. Igual decía que, muchos se vanaglorian de los que han (inspirado), yo, de los que he (corrido).

     

Adivina, adivinador…

Fuentes: foto1    foto2   foto3           

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