Por, Luis Alberto Nina


Es eso, eres un ángel tú también; a quien tocas, moja; a quien miras, crece; a quien le sonríes, eleva y, sobre todo, con quien luchas, vive.

Todo quien conoce de ti se amarra a ti y no le es posible escaparse. Es como si contigo empezara uno a conocerse, a entender la vida de su vida, a volar… Es algo mágico que posee tu voz: su calma, su comprensión, su naturaleza y sencillez. Y es algo sublime que posee tu silencio: su entendimiento, su conexión, su furia. Eres paz y eres movimiento.

¿No te fijas? Nunca había querido decírtelo, pero, como se está muriendo hoy la gente de solo estar viva, te voy a revelar algo que he ocultado toda nuestra relación: uno te trata y luego se da cuenta que había vivido en la soledad toda su otra vida. Desde allí todo arranca: se le ocurre a uno despertar, le nace el coraje, está dispuesto a continuar, sigue hasta el final y concluye su propósito. El propósito de cada uno es independiente de lo que simbolizas en la vida de esa persona. A unos es la paz en la muerte, a otros es el motor de la vida. Tu candidez ilimitada provoca todo este sainete, tu disposición desinteresada… hasta en el ultimo hálito del intento o el rendimiento, eres tenue, eres especie, eres luz.

Sólo personas como tú, así de pura y atenta, de sonriente y comprensible, de amorosa… pueden hacer que arranque o se resigne el motor de un ser humano. Tu presencia da las fuerzas para todo. Por eso te amo, mi pequeña saltamontes, por eso suelo decir que eres el regalo de la vida que más aprecio le tengo; y que contigo a mi lado siento que lo pendejo que he sido o fui trajo a mi vida tu presencia. Y es todo tan suficiente… valió el esfuerzo sinceramente… he crecido en la vida, nunca como cuando estoy contigo. Y menos desde ese momento en que decidiste reconocerme. Es como si en mí se avivara la estúpida esperanza ésa, pero en un contexto más terrestre y posible. Ha sido tú que ha orientado mi existencia, que ha provocado que mi norte sepa tan sabroso. A todo esto, debo decir que, como te dije la otra vez de tu nacimiento que, lo bueno de nosotros es que no nos rendimos y que queremos estar, mantener nuestra relación. Y para ello ponemos de nuestras partes las veces que sea necesario. También en esto, me enseñaste a entender la vida en la armonía.

Por eso te digo que te mereces todo este susto. Si pudiera nombrar a alguien que mereciera de las babas del cielo, eres tú. Yo porque lo vi desde los pocos días después que me topé con tu sucio. Desde entonces es que te tengo amarrada en el sótano de mis ocurrencias y, meramente, por quien sería capaz de sacrificarme sin mirar atrás. Perder contigo, parafraseando la aventura de Benedetti, no se pierde realmente; porque se gana en la eternidad.

Pienso en ti y sonrío, hablo contigo y sonrío… te vivo; me gusta eso, estar contigo para estar conmigo.

Sobre la imagen: eso lo vio ese ángel, lo vio la Supermadrina y lo vio la señora aquella. Eso lo han visto muchas de tus amistades y lo vi yo. Desde que lo vi, usé sogas de seda en aras de que el secuestro acaricie tu estadía y envenene tu lejanía. Conmigo eres libre; más que nunca, lo sé. Pero sobre todo eres tú. Es lo mínimo que mereces: que se le haga sonreír a tu divina expresión y, sobre todo, cinco millones.

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