Por, Luis Alberto Nina
—Yo no soy feliz porque en mi vida poco he tenido la oportunidad de decidir, —me dijo—. Su aventura dejó mi piel como un cuadrilátero; altamente asombrado, meticuloso e intuitivo. Fue probablemente esa forma presumida de conocerse, lo que provocó que llegase a encontrarme entre el meollo de su mera verdad. ¿Qué te faltó para ser feliz, y por qué? ¿Quiénes usurparon esa función?
—Todos cargamos con una maleta que debe cada quien llenar a su manera y con las cosas que quiere allí seguir, —continuó; y la mía tiene piezas y condiciones que yo no quise cargar, tiene historias y descuidos que no quiero recordar, tiene un peso que ha maltratado mucho mi ilusión; materiales e ideales que alguien colocó sin una gota de mi consentimiento. No, no soy feliz, siento que en aras de mejorarme, debo empezar a remover lo que más pueda de esa maleta, que pertenezca allí únicamente lo que sí es mío… Y si te contara de aquellos que me dieron a cargar sus maletas… hoy el descaro de ellos me reprocha, intrigada por la osadía, porque he empezado a librarme del peso… Eso, que para ser feliz debe uno llenar y cargar su propia maleta y a su manera y entonces lo otro… haber vivido su vida—.
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